lunes, 21 de diciembre de 2009

El sinsabor del moderno

A judith, con cariño, vuelve ya.

Confinado en el exilio de la falsa cultura, no puedo más que reprimir mis impulsos modernicidas. Estoy condenado a bailar con sátiras burlonas de lo que un día fue conocimiento.

-Perdonenme todos, pues les odio de corazón.

Odio lo absurdo no pretendido y al pedante sin transfondo. Y por más que lo intento no dejo de odiar al artista sin concepto.

Malditos los que esconden el polvo bajo la alfombra, los burgueses insolventes que justifican su dersvergüenza con libros de autoayuda.

- Perdonenme todos pues hace ya tiempo que dejé de confiar en la cultura del moderno.

Las florituras estéticas ya no me interesan y simplemente me da pereza conceder tiempo que, por otro lado, amo malgastar.

No es que lo mio sea ser un déspota, digamos que es simple vanidad. No aspiro a ser el molde para un busto de glorieta ni descansar sobre un pedestal de granito en cualquier plaza de Madrid.

- Perdonenme todos, pues la nausea de la seda y el satén me produce alergia.

No es estética la apariencia, ni sano el despropósito. Son bragas con puntilla para dandys decadentes. Es así como acaba la cultura, es el fin de la riqueza. ¡Pan y circo! No es nada nuevo. Lo nuevo es que nada me sorprende.

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