sábado, 26 de diciembre de 2009

El tiempo se acaba

Disfruta del tiempo como si se escapara de entre los dedos, pues realmente se escapa. Una vida plena es una vida inutil, la plenitud, en cuanto a vida se refiere, es conformarse con lo que uno tiene y eso, amigo mio, no es vida. Todo aquello que vive quiere más, no solo vivir, y es precisamente esa ambición la que le da vida a la vida.
Estoy tomando un cafetito en "el ruso" una pequeña cafetería de un pueblo a pocos kilómetros del mio. Aquí encontramos a la más amplia gama de infelicez que harían las delicias del catálogo de San Pedro.
A mi izquierda, a un par de mesas en dirección a la barra está Pepe, antes conocido como "Rosqui". Es un ex- jugador del Rayo Vallecano, que por diversas circunstancias, entre ellas una fuerte lesión, tuvo que dejar el fútbol de élite con apenas 21 años. Desde entonces fuma unos cuarenta cigarrillos diarios y toma unas 15 latas de cocacola, eso si, sin cafeína. La cafeína podría gravar aún la esquizofrenia paranoide que le provocó la depresión de dejar el fútbol tan joven y no tener nada donde caerse muerto.
Más allá, sentados en la barra, están Delfín y Alberto, posiblemente hablando de la nevada que ayer no les dejó sacar el coche de casa o de cuánto han cambiado los tiempos desde que ellos eran jóvenes. Eso si, ninguno de ellos es capaz de hablar de lo jodido que fue el divorcio de Delfín y los más que seguros traumas que le provocó a su hijo. Ni tampoco hablan de la grave situación económica en la que se encuentra alberto, que aun así se atreve a convidar a todos los que en la barra están sentados.
Un poco más allá, en dirección a la máquina tragaperras está Joaquín, "el tuerto". Me gustaría pensar que su vida fue interesante, que se quedó tuerto en alguna antigua guerra peleando por su patria, o quizá en una pelea a pecho descubierto contra tres o cuatro hombres armados. Pero no, lo más probable es que se quedará tuerto cortando leña o de alguna caida andando por el campo.
El camarero, Miguel Ángel, es el que más habla, pero en todas las conversaciones de la barra. Pero a la vez es el que más calla. Podría hablar de la cantidad de veces que le ha pillado la benemérita trapicheando con drogas o de lo raro que es su comportamiento cuando ve entrar a esos mismos agentes a su bar.

Éste, aunque quisiera, no es un pequeño muestrario de infelices. Quizá el más infeliz de los que aqui nos encontramos, soy yo, pues soy el único que se pregunta acerca de qué es la felicidad.
Me queda poco tiempo para saber qué es, quizá 50 o 60 años. Pero juro, por lo más sagrado, que nunca sabré lo que es.

Gracias a todos por leerme.

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