En un estúpido intento de dar sentido y nombre a su ficción,
la cordura de la mediocridad, produce definiciones de conceptos para ella
incomprensibles. Es decir, cadenas de oro para el SER de los más grandes.
Afortunadamente, en esta batalla continua, la intensidad de
la locura de los que verdaderamente viven es capaz de velar la película que los
captura y como hojas que caen en otoño, van en busca de su propia primavera.
Por un instante la cordura se distingue a sí misma, aunque igualmente mediocre.
¡Maldita cordura, maldita mediocridad… acabaron secando el
mar!
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